miércoles, 16 de febrero de 2011

Jugar al golf cuando se esta "enojado"

          Por medio de una las paginas web de una reconocida revista de golf latino nos enteramos de la noticia que aqui publicamos, el autor publica su articulo con la pregunta "¿Se puede jugar enojado...?" caso muy común entre la mayoria de todos los que practicamos uno de los deportes mas simples, pero a la vez mas complicados del mundo, es decir, el golf.

          En la opinión nuestra de los Caddies eso es casi imposible, o mejor dicho muy dificil, ya que cuando el jugador se enoja no piensa bien, no cordina sus movimientos correctamente y el resultado por lo general es un boble-bogey o más. Pero esa nuestra opinión, mejor dejemos que nuestros lectores lean el articulo original y saquen su propia conclusión, nuestra recomendación siempre va a ser, relájese, olvidese de todos sus problemas por 18 hoyos, disfrute el juego y disfrute el paisaje que le ofrece el campo.

Articulo original tomado de: Golf Report Latino


¿ Se puede Jugar enojado…?

Febrero 16, 2011
Marcelo Barba <mhbarba@gmail.com>


          Básicamente el Golf es un juego. Hasta aquí nada nuevo, asombroso ni electrizante; aunque en lo personal no comparta al ciento por ciento esa definición, tan corta y pobre… si bien muy orientada.

      Seguiré sosteniendo que es una disciplina muy completa, con todo lo que ese vocablo nos revela: código, método, orden, regla, conducta. Además, le agregaría la ética, la diplomacia, la educación, la honestidad y hasta la dignidad; en fin… luego de todo eso, coincido que es un juego interesante (que dura toda una vida).

Pero objetivamente (los no fanáticos), lo tratarán siempre como si fuese un juego. No obstante, éste y cualquier juego, por el sólo hecho de serlo, implica tres cosas: alegría, diversión y alguna convención (reglas) para jugarlo…

Lo desafiante y atrayente del Golf, para quienes decidan incorporarlo a su vida y pretendan prosperar, es que para lograrlo, además hará falta tener buen carácter y constancia; tenacidad y sacrificio; y una tremenda voluntad forjada en la humildad.

Esta introducción viene a cuento para prepararnos a analizar situaciones típicas, de personas que desean incursionar (ó ya lo hicieron) en el Golf, pero que desde lo psíquico no son buenos jugadores, digo esto desde el aspecto puramente lúdico. Son quienes normalmente se enojan e irritan con mucha facilidad y frecuencia; los que toman al Golf como una maravillosa excusa que les viene muy bien para descargar la ira que acumularon en otra parte…

Todo juego tiene un componente infantil básico, aunque lo realicemos a los 90 años. Le ponemos ese concepto lúdico que nos acompañará desde nuestros primeros años de edad hasta que muramos.

El Golf no escapa a las generales de la ley. Posee sus propios esquemas de recreo, travesura, distensión y alegría que se asemejan (en términos psicológicos) a lo que todos hacíamos cuando éramos pequeños, con nuestros amigos y compañeros de escuela.

Quizás eso explique en parte, uno de los tantos argumentos por los que ahora nos sentimos fuertemente atraídos hacia esta ‘disciplina’

Recuerdo en nuestra niñez, cuando jugábamos y no le dábamos lugar al enojo, excluíamos naturalmente a los pendencieros, que peleaban ó generaban climas agresivos… En aquellos días, todo era pura alegría y diversión. Todo el tiempo que disponíamos nos resultaba corto para poder disfrutarlo entre amigos. Éramos un equipo unido, con códigos sólidos.

A más de 40 años de distancia, con el Golf intentamos recrear esas viejas experiencias (desde lo lúdico) compartiendo una pasión común, que ahora nos une con sus reglas claras, respeto y educación.

En ciertas ocasiones, por ausencia circunstancial de algún amigo, compartimos nuestra línea de juego con otros golfistas (en otras, nos toca presenciar y escuchar a gente cercana) que parece llegar y jugar de una forma alterada y crispada, como enojados consigo mismos.

Decididamente perturbados, en una actitud egoísta, donde no les importa el entorno ni el grado de distracción que provocan en quienes están concentrados en el juego.

Para mi observación, en el mejor caso subjetiva, es evidente que a esos perfiles de golfistas les está faltando incorporar una cuota mínima de humildad, para aceptar que cualquiera puede tener un mal día; ó es que quizás llegaron hasta la cancha cargando una mochila de problemas, que no se relacionan con el Golf, pero se aprovechan de este para descargarle su impotencia y manifestar así su incapacidad para resolverlos en el sitio adecuado. Pero: ¿Por qué motivo eligieron una cancha de Golf…?

Como en todo deporte de precisión, no lo niego, aquí también existen demasiados días malos, donde no nos salen las cosas ni entenderemos porqué motivo seguimos intentándolo una y otra vez. Todo golfista ha pasado -y pasará inevitablemente- por estas situaciones comunes; escenarios donde una y otra vez terminamos maldiciendo muchos tiros desviados y al agua, pero lo que hicimos y dijimos quedó entre amigos y fue exteriorizado de una forma ‘teatral’ y hasta burlesca.

Es natural y humano culparse a uno mismo, cuando algo no sale de la forma que quisimos, sobre todo, cuando la excusa y justificación más clara que tenemos es nuestro propio cuerpo. Pero hay quienes en lugar de aceptarlo como algo habitual en este deporte, rompen su palo con fuerza y enojo contra un árbol (como si alguno de esos elementos fuera el responsable de nuestros desequilibrios).

Lo que no podemos permitirnos desde lo deportivo, ético y respetuoso, es tomar al Golf como un lugar hacia donde vamos cada semana, a descargar los problemas que acumulamos hasta ese día, para explotar en forma desmedida y a los gritos. Nadie se merece ese cuadro histérico. Tampoco lograremos mejorar nada con esa actitud; al contrario, diría que jugaremos un poco peor cada día y cada vez más solos.

No confundamos las zonas ‘grises’ ni los límites donde termina y comienza cada actividad.

Entre muchas otras cosas -el Golf- debería ayudarnos, además de divertirnos y reunirnos para disfrutar de un gran día; a poner un cable a tierra, a despejar nuestra atormentada cabezota, para darnos esa pizca de objetividad y paz que necesitamos, para poder analizar mejor las soluciones al problema principal, el que nos preocupa por afuera del Golf.

Me cuesta creer que alguien, que supuestamente desee ‘jugar’, se la pase maldiciendo 18 hoyos… creo que al final del partido no disfrutó nada, ni resolvió ningún problema. Es más, seguramente se retirará con otra sensación nueva y desagradable…

Al estar tan concentrados en el desarrollo del Golf, metidos en nuestro swing y siendo precisos con cada golpe (es decir, jugando), le estamos dando un respiro a las neuronas agotadas, pero a la vez invitamos al ‘hemisferio cerebral derecho’ para que utilice su potencial, y encuentre alternativas creativas para los problemas que aún no resolvimos.

Leí una nota científica donde decía que al hemisferio derecho de nuestro cerebro se le asocia la intuición, se lo relaciona con el pensamiento divergente, imaginario, no lineal, subjetivo; que de él surgen los pensamientos más flexibles, divertidos, complejos, visuales, místicos… que generalmente está más desarrollado en los músicos, artistas, emprendedores e inventores.

Todos alguna vez presenciamos, nos contaron ó vimos por la tele a algún profesional enloquecido, con furia y a punto de revolear su bolsa completa al medio de la laguna… maldiciendo ó doblando su putter contra su rodilla, cuando su tiro era un espanto ó la pelota no se comportaba como quería.

Pero cuidado con lo que vemos e interpretamos…
Ese hombre no estaba “jugando”… Estaba trabajando y ganándose su vida como golfista.

Esa es la sutil-gran diferencia que existe entre los profesionales enojados y nosotros, que en definitiva ‘jugamos a jugar al Golf como ellos’ y nos hacemos los enojados.

Para ‘ellos’ cada tiro errado significará una importante pérdida de dinero y en consecuencia, un partido perdido, otros cientos de miles más…

Volviendo a nuestra realidad-amateur, el Golf que jugamos es otra cosa distinta en todos los aspectos.

A mi humilde entender, no debería existir ninguna circunstancia dentro de nuestro esquema de ‘juego-diversión’ por la que se nos queme un fusible interno y nos genere un ataque de ira, al punto tal, de llegar a romper una vara contra un tronco ó recorrer cada uno de los 18 hoyos insultando nuestra suerte y existencia en forma constante.

Hay otras formas de pasarla mejor, con uno mismo y con los demás.

Tomemos la parte lúdica de este juego como eso, es decir, como un simple juego que se plantea entre amigos y compañeros, con alegría y diversión pura, como cuando éramos chicos. Compartamos las malas circunstancias en forma amena, sonriendo y sorprendiéndonos ante los pifies y errores cometidos por uno mismo, aflojándonos cada vez más, en lugar de convertirnos en rudos leñadores que intentan hachar la pelota con un palo de Golf…

Sinceramente también creo que, en todas esas exteriorizaciones ‘histriónicas’ de enojo (sobre todo en la categoría de golfistas a la que pertenecemos los amateurs) existe cierta exageración y la intención inconciente de mostrar frente a los demás un falso estereotipo de súper-hombre exigente, quizás para ocultar nuestra real experiencia y que quienes observan nuestro error piensen que se trata de una rara y extrema excepcionalidad en nuestro impecable juego…

Seamos grandes de espíritu… sonriamos ante la adversidad; digamos simplemente: “Qué mal me salió el tiro… me equivoqué…” pero riámonos y disfrutemos a pleno nuestro juego.

Pensemos que no habrá un millón de dólares esperándonos, ni un flamante automóvil, ni nada parecido cuando termine nuestra humilde vuelta; que al día siguiente olvidaremos el supuesto malestar que nos produjo ese partido de Golf y lo más importante para nuestra realidad: “Que volveremos a nuestro trabajo -que no es un juego- donde inevitablemente deberemos ser exigentes y serios con todo lo que decidamos y hagamos.

Si me aceptan un consejo desde lo humano (el único punto que me siento habilitado a aconsejar) para quienes estén pasando por situaciones de furia extrema con el Golf, es que hagan una pausa para visitar a un buen psicólogo. Es lo mismo que ir a ver un traumatólogo cuando tenemos problemas con los huesos… hay un profesional especializado para cada tema.

Hasta la próxima

Marcelo Barba <mhbarba@gmail.com>


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